Formaba parte del Ejército Profesional donde estuve 6 años. Cuando salía de permiso volvía a casa. Sí, lo admitiré, ya sabes, bebo aquí y allá. Pero eso fue en las barbacoas, reuniones de familiares y demás, antes de que comenzara a beber mucho. En los últimos dos años se me fue de las manos. Me estaba escondiendo, tratando de ocultar el alcohol de mis hermanos y mis padres. Yo había dejado el trabajo. Solo. Todo lo que realmente me importaba era el alcohol. Básicamente, ya no tenía vida, no tenía a mi familia cerca porque me había apartado de ellos. Amigos que sí tuve, dejé de hablar con ellos. Cuando llegué aquí a Instituto Sócrates, realmente no hablaba con nadie, simplemente caminaba con mi cabeza baja. Cuando comencé a asistir a las terapias y cuanto más estaba allí, empecé a sentirme mucho mejor y las cosas salían de mí. Comenzaba a pensar un poco más claro, mi juicio no estaba tan nublado. Y todos los días, día tras día, comencé a sentirme mejor, mejor y más y mejor conmigo mismo y sobre quién era yo otra vez. Instituto Sócrates me devolvió mi vida. Me ayudó y a día de hoy estoy orgulloso de mirarme al espejo otra vez. Es una gran sensación.

Me gasté 10.000 euros en 4 meses; 2.000 en un solo día. Yo no tenía ese dinero. Eran los ahorros de mis padres. Miles de euros y de años de trabajo que se fueron evaporando en los 90 minutos que dura un partido de fútbol. Tenía 33 años cuando hice mi primera apuesta, gané y me enganché. Ahora, con 38 puedo decir que he solucionado mi adicción gracias a Instituto Sórcrates. Yo vivía solo en Sevilla, donde estaba trabajando en un centro comercial del centro de la ciudad. Desde el pueblo, mis padres me llamaban con las habituales preocupaciones - "¿Comes bien? ¿Estás lavando bien la ropa?..."- ajenos al gravísimo problema de su hijo. Les mentía todo el tiempo. Decía que estaba bien, pero en realidad, estaba todo el día tumbado cuando no trabajaba. Dormía la siesta de dos a tres de la tarde, a las cuatro me iba al salón de juegos, a las máquinas de apuestas, y estaba allí hasta las doce de la noche. Consumía cocaína para seguir jugando, varios gramos al día. Incluso allí mismo, porque las dependientas me dejaban. Luego me iba de juerga toda la noche...". Me fundía el sueldo, todos mis ahorros y todo el dinero que me enviaban mis padres mensualmente como ayuda. Cuando se acabó, fui de visita a casa de mis padres. Sabía donde guardaban sus ahorros. No lo dudé, me llevé los 10.000 euros. A día de hoy me han perdonado. Estoy trabajando y gracias a mi estabilidad he podido devolverle a mis padres no solo el dinero que les robé, sino la esperanza de que mi vida sigue por el camino correcto. Os lo debo todo Instituto Sócrates.

En cierto modo me metí en una situación negativa y me involucré, ya sabes, con las drogas y las personas equivocadas. Y todo lo que hacían los demás, estaba dispuesta a probarlo y experimentar. Necesitaba robar dinero, ya sabes, para obtener medicamentos. No me importaba nadie más que yo. Para salir de la cama todas las mañanas, necesitaba drogas. Para ir a trabajar, necesitaba consumir drogas. Y llegué a ese punto donde la vida no funcionaba si no estaba drogada. Tengo la suerte de decir que Instituto Sócrates fue mi primer y último programa de rehabilitación. A medida que avanzas en el programa, cada paso, ya sabes, estás aprendiendo más herramientas sobre cómo superarte a ti mismo, cómo hacerlo, ya sabes, ser honesto y tener integridad personal y estar cerca de las personas socialmente, pensar en todos los objetivos de la vida, sin necesidad de estar drogada. Cuanto más tiempo pasaba en el programa, más confianza construía. Estaba cambiando paso a paso. Puedo despertarte sobria hoy y hacer que mi día funcione; estar llena de energía, ser productiva todo el día, ir a trabajar y estar bien. Nunca volveré por ese camino y usaré las herramientas que obtuve del programa para ser quien soy hoy, puedo hacer cualquier cosa.